Biografía
“Entrevista con Jorge Gaitán G.” para Cuadernos de cine colombiano | No. 16 (julio de 1985). Publicación periódica de la Cinemateca Distrital. Bogotá, Instituto Distrital de Cultura y Turismo.
“Yo soy bogotano. Nací en la calle 22, arribita del teatro Faenza. Mi familia era muy pobre y resulta que mi mamá me consiguió una beca donde los Hermanos Cristianos, en la Escuela Apostólica, la que quedaba detrás de la Catedral y que fue quemada el 9 de abril. Ellos no daban becas, pero mi mamá lo logró. Ahí estudié primero y segundo de elemental. Me tocaba acolitar, cantar en el coro y pedir limosna en la misa de los domingos, con mi sotanita roja y mi roquete, para compensar la única beca del colegio. Inclusive era con almuerzo. Yo almorzaba con los curitas y después andaban ellos por los corredores de para atrás y para adelante y yo caminaba con ellos. Yo iba a ser cura.
Pasé al segundo curso. Yo vivía en el barrio Centenario, al sur, y viajaba en tranvía de obreros que era a dos centavos, pero cuando ya fui a entrar a tercero elemental no teníamos los dos centavos. En esa época dos centavos eran dos centavos. Mi mamá, preocupada por el estudio del muchacho, se fue a un colegio del barrio Olaya, el Sucre y convenció al rector de que me diera beca. Me hicieron el test y entré a cuarto de elemental. A los tres meses me pasaron a primero de bachillerato porque dizque yo era muy bueno.
Pero la crisis en la casa se agravó y no pude seguir estudiando. Me tocó salirme del colegio y dedicarme a negocios bastante serios para una persona de mi edad. Anduve por los Llanos Orientales en la época de Guadalupe Salcedo, de Aljure, los conocí. Hacía cosas increíbles: llevaba alimentos y mercancías de una región a otra, de Villeta a Villavicencio y llano adentro. Sal, panela, pescado, cerdos, todo lo que necesitara. Mientras tanto leía historia, me apasionaba la historia.
Un 25 de mayo, no recuerdo de qué año, recostado en un chinchorro a las márgenes del río Guayabera, mirando pasar las culebras por debajo, con una luna gigantesca, pensé: «¿qué estoy haciendo aquí? Yo tengo que estudiar». El 26 le dejé todo a mi socio y me vine a Bogotá. Conseguí que me admitieran como asistente a tercero de bachillerato en el Colegio Grancolombiano, en pleno Parque de los Mártires. Me tocó validar todos los cursos desde primero de primaria hasta segundo de bachillerato para que me valiera el tercero. Para esto me sirvieron mis lecturas sobre historia con las cuales impresioné a los profesores. Era un colegio muy interesante, los viernes podíamos echar discursos políticos, criticar de todo y decir lo que queríamos. Terminé sexto de bachillerato un noviembre y en enero siguiente ya era profesor de Historia, Literatura y Preceptiva en tercero, cuarto y quinto de bachillerato, en el mismo colegio. Era el año de 1957.
En 1958 entré al Externado de Colombia a estudiar Derecho y por las noches a la Nacional a estudiar Sociología. Soy un estudiante de todo y un doctor de nada. Ninguna carrera la he estudiado completa, solo el cine y para nada, porque lo más infructuoso de mi vida ha sido el cine. Yo he debido seguir de ganadero, de contrabandista, de cualquier vaina. El tiempo me rendía mucho, porque simultáneamente me vinculé a la Escuela Nacional de Arte Dramático, que entonces dirigía el español Enrique de la Hoz, uno de los hombres a los cuales les debe más el teatro colombiano, junto con el famoso Seki Sano. Yo no quería sino aprender a declamar, como por cultura general, pero Enrique me dio pequeños papeles en algunas obras, «El Puente» y «En algún lugar es de noche». El momento cumbre fue el papel del cura en «Dulcinea». No era un papel importante pero tenía un monólogo muy intenso como de siete minutos. Me lo gané compitiendo con otros actores de más trayectoria y el día del estreno el público me aplaudió de una forma impresionante. Fue un aplauso gigantesco, con bravos y oles como en el circo. Ese aplauso acabó con mi carrera de Derecho. Ahí decidí dedicarme integralmente al teatro. Quería ser director.
Ese mismo año, organicé una huelga en la Escuela de Arte Dramático, me salí, muchos me siguieron y con ellos fundé el Conjunto Teatral Atenas, bajo el patrocinio de la Sociedad Económica de Amigos del País. El patrocinio nos lo consiguieron Lozano Valcárcel, que era el Secretario General y Teresa Tejada. Ellos convencieron al doctor Lleras de tumbar dos paredes, compramos 100 sillas y darnos cien pesos para hacer el escenario. Y lo hicimos. Y fuimos los primeros en hacer teatro mensual. Comencé entonces a escribir y a montar mis obras y de otros autores. Fui el primero, con el TEC de Cali, en hacer giras nacionales llevando las obras a varias ciudades. Hasta 1960 no hice otra cosa sino teatro, escribir y dirigir. Tengo unas sesenta obras escritas.
Pero fue el mismo teatro el que me llevó al cine. En 1950 Enrique de la Hoz montó «El Diario de Ana Frank» y me encargó del sonido. Ese espectáculo de luces y sonido, de impactos, me emocionó por el cine, porque la obra se armó con un concepto muy cinematográfico. Yo era muy adicto al cine como espectador, pero desde aquel momento me inquietó más. Leí historia del cine y la fiebre fue creciendo hasta que decidí irme a Italia a estudiarlo en serio. Pero para entonces ya había dirigido muchas obras teatrales con el grupo Atenas, había iniciado la revista cultural Atenas, de la cual no salieron sino dos números porque murió con mi viaje. Estamos así a finales de 1960.
Lo más grande que hice con el Atenas fue «Tovarich», de Jacques Deval, en 1960. Esa obra se la vi representar a Louis Jauvet en París, en 1963, y llegué al convencimiento de que lo humilde que yo había hecho no estaba nada mal. De esa época recuerdo también con afecto las obras de Luis Enrique Osorio que dirigí. Él era para mí una especie de padre adoptivo literario, tanto que me dejó como herencia los originales de una obra suya sobre Núñez, que todavía no se ha estrenado y que él soñaba que se presentara algún día en el teatro que construyó, el hoy llamado Teatro de la Comedia.
Como director de teatro yo era un dictador, impuse siempre una disciplina rígida, como lo hago ahora en cine. Por mi batuta pasaron muchos de los que hoy son considerados actores importantes: Waldo Urrego, Héctor Rivas, Rosita Alonso, Jaime Santos, Cidalia Sanders, Gilberto Puentes.
En Roma estuve de noviembre del 60 a diciembre del 64. Estudiaba cine por las mañanas en el Centro D’ Addestramento, que hoy se llama Centro Sperimentale di Cinematografia, y por las tardes Opinión Pública en la Universitá Internazionale degli Studi Sociali. Tuve como profesores a Mario Verdone, el gran historiador y crítico italiano, a Luigi Chiarini, Omero Fantera. Por un lío con un profesor me iban a echar de la Universidad, entonces les armé la primera huelga de su historia, los extranjeros me apoyaron y logré que no me expulsaran y en el examen le pasé la materia de historia del arte al profesor del problema. Fue una especie de batalla campal, pero no me pudo corchar.
Regresé a Colombia el viernes 10 de diciembre de 1964. El domingo siguiente me enteré que el grupo que yo había dejado se presentaba en el Colón dirigido por Eduardo Osorio. Fui a ver la obra y allí me encontré con Luis Enrique Osario que iba a comenzar la dirección de un programa de televisión llamado Teatro Experimental Colombiano. El lunes siguiente me encargó del programa y así me vinculé a la televisión nacional. Me tocaba montar una obra semanal, tomando autores nacionales y escribiendo la mayoría de las obras. Recuerdo a » Mangalanga», de Zapata Olivella, para la cual tuve que crear una selva en el estudio 5 de la televisara y pintar de negro al Indio Rincón. Formé algo muy parecido a una escuela, un taller, con actores nuevos, les daba clases. Por ahí pasaron María Eugenia Dávila, Consuelo Luzardo, Waldo Urrego, Gilberto Puentes. El programa duró un año y fue el primero en grabarse para ser transmitido en diferido. Nos tocaba grabarlo los sábados de cinco a ocho de la mañana para que saliera a las cinco de la tarde del mismo día.
En marzo del 65, cuando ya el programa tenía prestigio, me nombraron guionista de cine en la recién creada Oficina de Divulgación en la Televisora Nacional. La oficina estaba destinada a divulgar las obras del gobierno de Guillermo León Valencia. Todos los institutos oficiales canalizaron sus presupuestos publicitarios a esta Oficina. Me tocó recorrer el país filmando todas las realizaciones del gobierno, pero yo seguía manejando el programa de teatro con la ayuda de Manuel Ignacio Vanegas. Al finalizar el año el programa murió, pero ya había cumplido su función de abrirse de nuevo la televisión al espectáculo colombiano.
Después continué en la televisión. Tuve un programa musical en el 66, hice documentales, toda clase de programas. En 1975 pensaron que era buen ejecutivo y me encargaron de la División Comercial, pero me boicotearon porque era demasiado eficiente. Yo ya estaba cansado del trabajo burocrático y me retiré a principios de 1976.
“Entrevista con Jorge Gaitán G.” para Cuadernos de cine colombiano | No. 16 (julio de 1985). Publicación periódica de la Cinemateca Distrital. Bogotá, Instituto Distrital de Cultura y Turismo.